EL OBJETO ARTÍSTICO

Reflexiones sobre la enseñanza del Arte

 

 

La Historia del Arte con la que trabajamos en las aulas se basa en un concepto de Arte orientado y centrado en el objeto artístico más tradicional. Este objeto artístico que convertimos en nuestro objeto de estudio y en la base de esta serie de conocimientos transmisivos y unidireccionales que continuamente aplicamos en las aulas, se fundamenta en una serie de características.

Solemos identificar estos objetos u obras de arte con una autoría individualizada y artesanal, que aplicando una técnica tradicional produce un objeto único e irrepetible. Los autores son virtuosos, con una habilidad innata que les convierte en personas "especiales", en genios, identificados por todos y ocupando un lugar prioritario en la Historia del Arte. A la hora de trabajar suelen emplean materiales valiosos, que han ido cambiando a la largo de la historia, pero que todos identificamos de una manera clara. Son prácticamente objetos sin precio, tesoros, joyas a las que hay que proteger y exponer para que lleguen a todos. Suelen reflejar contenidos literarios que nos hablan de narraciones épicas, gloriosas, legendarias, religiosas... es decir, dignas de ser contadas y conocidas por todos. Son objetos con una clara función representacional, se interpreta o muestra la realidad para el público. Por medio del objeto artístico damos a esa realidad una funcionalidad bien didáctica, áulica, simbólica o decorativa. En las clases identificamos cada una de estas funciones con su momento histórico y hacemos ver a nuestros alumnos/as la importancia de este objeto artístico a la hora de re-presentar la realidad.

Pero el mundo cambia, y este cambio es mucho más apreciable en el Arte Contemporáneo. Todo estas características que hemos expuesto como representativos del Objeto Artístico pierden validez y dejan de tener sentido. Esta afirmación podríamos justificarla con centenares de ejemplos, pero vamos a basarnos en dos, el Urinario de oro de Levine, obra del Neodadá que podemos fechar en la década de los 60 y el Campo de rayos de Walter de María, muestra muy significativa del Land-Art que podemos fechar en los 60-70. A través de la reflexión sobre estas obras vamos a descubrir que el objeto artístico ha cambiado al igual que otros muchos parámetros que se siguen defendiendo como las bases del estudio de la Historia del Arte.

 

Levine:

Tras mirar esta obra podemos apreciar que esas características que hemos defendido al hablar del objeto artístico tradicional dejan de tener sentido. Ese objeto único e irrepetible se ha convertido en un urinario (objeto cuya utilidad no suele identificarse mucho con lo "artístico"). El primero en descontextualizar un objeto cotidiano y convertirlo en arte por su propia voluntad fue, como todos sabemos Marcel Duchamp con su famosa "Fuente". Aquí Levine retoma esa idea y le da una vuelta más de tuerca al emplear un material dorado.

En este caso es clave la importancia del objeto, que ya no es no es realista, no es una representación de la realidad, sino que es la realidad misma. Es un objeto realizado en serie y de un uso totalmente cotidiano, no representa nada porque es el mismo objeto el que se expone ante el público. Esto supone un enorme cambio: se pierde la autoría, el virtuosismo, el trabajo manual y la recreación de la realidad. En realidad el artista se burla todo esto y reta, a su manera, a la sociedad veneradora de imágenes.

Levine ironiza mucho más jugando con el material, así utiliza el dorado tratando de esta forma de jugar con los imaginarios del espectador. Nos sentidos fascinados por el oro, en nuestro mundo tiene valor aristocrático, es decir, de joya o tesoro. Equivale a lo opulento y fastuoso, de esta manera el artista juega con todas nuestras ideas preconcebidas y asocia un urinario dorado con un urinario-joya. El material y su localización, ya sea en un Museo o en los libros de arte, le coloca, o mejor dicho permitimos que nuestros imaginarios le coloquen, en una categoría de obra de arte.

El artista ya no es ningún virtuoso, no tiene ninguna necesidad de habilidades especiales o geniales. Ahora podemos ver otra serie de valores fundamentales en el cambio sufrido por el objeto artístico, donde hay que destacar la importancia de la voluntad del artista y sobre todo la importancia del propio objeto. Ha cambiado su naturaleza, el papel del artista, la mirada del espectador, el lugar para el que se la concibe, pero el gran cambio lo ha sufrido la propia razón de ser del arte. Frente a una re-presentación de la realidad, ahora encontramos la realidad misma

Si aquí el objeto y el material empleado tienen un claro valor conceptual que permite al artista actuar como un seleccionador, esto no es algo excepcional. Son muchos, muchísimos los artistas que descontextualizan el objeto artístico dándole una serie de valores para convertirlo en arte, por ejemplo el cambio de escala en la obra de Oldenburg buscando la monumentalización; o la propia desaparición del objeto y el peso de su propiabiografía en la obra de Beuys.

Para este autor arte y vida se identifican, utiliza materiales con un significado especial para él (fieltro negro, miel,...) y los convierte en arte. Lo que él nos muestra no es una representación, es una vivencia, un fragmento de su experiencia vital.

Otro ejemplo que nos permite apreciar claramente este cambio sufrido por el objeto artístico es el Campo de pararrayos de Walter de María.

 

Lightning Field, de Walter de María:

Aquí el cambio es todavía más apreciable, el objeto artístico no sólo no es ya único e irrepetible, sino que no existe. El artista juega con la realidad, la manipula y coloca instrumentos para que se produzca.

El objeto en este caso crea el medio, la posibilidad que se produzca el arte, pero no puede controlar ni cómo, ni cuándo ni de qué manera se producirá. La obra de arte es la propia realidad, una realidad imprevisible y efímera que sorprende al espectador con un verdadero espectáculo de luz y sonido.

Esto supone una revolución, la fenomenología del arte cambia por completo. Aquí han desaparecido todas esas características que defendíamos al comienzo como implícitas al objeto artístico: aquí no hay material valioso, ni técnica ni soporte tradicional, ni contenido narrativo literario, ni por supuesto representación. Lo que encontramos es presentación, es decir, la propia naturaleza que, impelida por los pararrayos, se presenta a sí misma. Las cosas que en esta obra de arte suceden, son, ocurren.

Después de exponer, aunque haya sido brevemente, como ha cambiado el objeto artístico podemos apreciar cómo esta concepción del arte como representación de la realidad no es el único punto de vista. Encontramos en el panorama artístico actual dos claras vías que coexisten de forma simultánea. Por una parte se sigue re-presentando, son muchos los ejemplos de obras actuales (y por supuesto todas las antiguas) que permanecen dentro de esta tendencia representativa, pero por otra existe un nuevo lenguaje sin ninguna intención de representación y tenemos que ser conscientes de ello.

La Historia del Arte ha convertido al objeto en la razón en sí del estudio histórico, ha centrado su campo de trabajo en concebir el Arte como un objeto material que representa cosas concretas, que significa aspectos muy cerrados y que tiene valor en sí mismo. Pero el hecho de que la naturaleza del objeto artístico ya no sea la misma, implica la necesidad de tener que buscar una visión más amplia, que nos permita abarcar todas las posibles manifestaciones (como las citadas como ejemplos entre otras muchas), que nos lleve a descubrir la importancia de la obra de arte, no como objeto representacional, sino como mediador de significados.

La Historia del Arte tradicional se empeña en concebir las obras de arte como objetos inertes, a los que se disecciona y analiza de forma objetiva. Pero después de analizar todas las variantes del objeto artístico podemos apreciar que realmente esta noción es muy restrictiva, las obras de arte son entes vivos a los que no se puede meter en un cajón cerrado. Son parte de nuestra realidad, ayudan a construirla y están en constante relación con todo lo que las rodea. Esta relación continua posibilita que su mensaje o significado no sea algo encajonado y cerrado, sino que por el contrario asuman significados y sentidos del mundo que las rodea, e incluso que generen significados y sentidos nuevos.

Una obra de arte, las imágenes, lo visual, van mucho más allá de una mera noción restrictiva de objeto y representación. Es mucho más. Todo esto nos lleva a pensar si deberíamos volver a mirar con otros ojos las obras de arte, pero no sólo las contemporáneas, sino todas. Deberíamos intentar superar esta visión encorsetada que rinde culto al objeto como el último y único fin. Esto nos permitiría llevar a las aulas una Historia del Arte diferente que dejara de ser repetitivo, unidireccional y sobre todo sin conexión con la realidad. Esta nueva mirada nos permitiría ver a la obra de arte como mediadora, transformadora, generadora, como un puente que conectara con los intereses de nuestro alumnado.

  MĒ del Carmen Nieto Santos